jueves, 5 de mayo de 2011

De mis pasiones y decires con Irene

Doña Irene es una mujer, magnífica amazona, conocedora desde la cuna del mundo del Toro y el Caballo a los que admira. Pero, sobre todas las cosas, su pasión se decanta por el Toro de Lidia y todo lo que ello implica. Desde las cuitas sevillanas ocurridas el viernes y el sábado pasados hemos mantenido un intenso cruce de párrafos en el facebook, cuando al rechazo que me producía la Puerta del Príncipe alcanzada por el poderoso maestro Julián López El Juli empezábamos de estas guisas:

(Irene)

Vamos a ver, en mi opinión quizá la Puerta del Príncipe resulte excesiva, pero lo que hizo El Juli no lo hace nadie más. Su primer toro era imposible y le hizo una faena impresionante. Las dos orejas fueron por la labor que hizo y por los pases que le sacó, no porque el toro fuera bueno. Y con lo de la suerte de varas, es verdad que ahora no se ven buenos toros, pero ni de encaste Domecq ni de ningún otro, prácticamente. Sin embargo, los de ayer (si exceptuamos un par de ellos) han sido de los más bravos en el caballo. Y aunque la Puerta del Príncipe parezca excesiva creo que como mínimo habría que reconocer la perfección de El Juli en este momento. Guste más o guste menos su manera de torear, como aficionado hay que saber reconocer que lo que hace él nadie más es capaz de lograrlo.

(Patxi)

Lo dicho Irene. Excesiva Puerta del Príncipe. Y ya del indulto no hablamos....

(Irene)

Pero una cosa es eso, que estoy completamente de acuerdo. Pero la faena fue grandiosa, aunque luego el trofeo no fuera el adecuado por la calidad del toro.

(Patxi)

No dudamos de la capacidad infinita de El Juli, ni de la despaciosidad cuasi perfecta de José Mari. Dudamos de los presidentes y del público que no saben discernir sobre los premios, ni entienden de toros y por eso son embaucados por las figuras. Lo mismo hecho por uno del montón no tiene ni siquiera eco. Hay que hilar muy fino para diferenciar las virtudes del diestro con las del toro. A un toro hay que verle sus defectos, corregirlos con el capote y la muleta, enseñarle a embestir, y eso no lo puede hacer el ganadero más que por selección por reata, esperando que las virtudes de los ancestros tengan su sitio en la delgada cadena de ADN de los nuevos bureles. Que sepas, querida amiga, por si no lo leiste u oiste, Alvaro N. Benjumea no cree que fuera de indulto.... En fin, ayer volvió la realidad....(con lo de El Ventorrillo)


(Irene)


Pero eso no es nada nuevo. Los toros que verdaderamente merecen el indulto no lo reciben; y, sin embargo, a algunos se les perdona la vida cuando no han cumplido con los requisitos necesarios, pero la gente se deja llevar por la emoción del momento. Y si algo caracteriza a este mundo, en mi opinión, es la relatividad de todo. Lo que a algunos les parece insuperable a otros les parece corriente, como, por ejemplo, pasa con los llamados toreros artistas. Eso sí, en una cosa estoy completamente de acuerdo, que pocos presidentes son verdaderos aficionados que miran por la Fiesta. Antes que saberse un librito de normas hay que ser aficionado y defender esta Fiesta, porque si por algo se están rompiendo los pilares que la sujetan es por los de dentro. Los antitaurinos siempre han estado ahí, la diferencia es que ahora se están sabiendo mover mucho mejor que nosotros, que no nos ponemos de acuerdo en nada. Realmente, ¿cuántos de los del mundo del toro se esfuerzan por salvarlo?
 
 
(Patxi)
Quiero comentarte que una cosa es la emoción, y otra muy distinta el toreo de salón. Hoy en día, en la era en que vivimos que ha terminado ya, por desgracia el toreo del arte trágico, vivimos inmersos en una estúpida humanización de los animales, y a la contra una animalización de los humanos. A raíz de ello, se busca esconder la muerte, la sangre, la lucha, salvo quizás para algunos documentales de la sabana africana. ¡Fíjate que ni la cara de Bin Laden quieren enseñar por si su horror produce reacciones contrarias a USA! Desde los años ochenta la corriente humanizadora, desde el grupo francés de la B.Bardot o el Franz Weber han ido por el mundo buscando agravios que se le hacen a los animales y se han cargado las peleas de gallos, la caza del zorro, símbolo de países como Francia y Reino Unido, los cuales apenas eran una mínima expresión de las humanadas del mundo. Sigue el exterminio absoluto de muchas especies, pero de eso no dicen nada, dicen de la especie que vive y tiene su fin gracias a la Tauromaquia. Su necesidad de destacar, hace que algunos infames personajes como el argentino Anselmi, nacido en tierra de tanta tradición taurina, y que tantos traumas le han debido suponer desde chico las corridas a las que su familia le llevaban en las plazas porteñas, esté viviendo del cuento y vea que le reciben políticos importantes allá donde va, engordando su ego, ampliando exponencialmente sus cinco minutos de gloria, y sobre todo y por encima de todo, engordando su bolsillo, auspiciado por la Franz Webber. Con todo ello, y no sólo por eso, vivimos una sociedad miedosa, urbanita, desconocedora del mundo rural, incluso en la España rural, retraso de Europa hace décadas, y ello ha modificado y dulcificado el espectáculo de tal manera que se busca la estética, la eliminación del peligro, el seguro y el que llamábamos sordo. Antaño los toreros artistas daban ocho petardos con bronca y dos faenas y a ellos y sólo a ellos se les permitía. Hoy en día el que no coja un burel y le meta treinta pases es un mierda. Y el toro que no humille para tomar los vuelos de la pañosa en esos treinta pases es inservible para la lidia y abucheado por el público. Esa es la realidad en la que vivimos los aficionados seguidores del dios Uro, que nos arrinconan ante un lance de ballet con un carretón de carne y hueso frente a la pelea y la lucha, con la muerte, el hule, el contínuo peligro latente. Un bello animal, en estado semisalvaje, o semi doméstico, que saca su fuerza para luchar en el círculo mágico ante un contendiente que le gana en engaño, habilidad e inteligencia, a veces, pero no en derroche de energía, en lucha sin fin, en fuerza inconmensurable. Cuando el humano gana en esa lid se produce el milagro de la comunión de ambos seres, poniendo al hombre a la altura del ser mítico, es decir, endiosándolo. Es ahí cuando el misterio trágico reúne las condiciones para que esta tragedia sea realmente un espectáculo. Al menos el que a mí y otros enfermos nos gusta, bonita mía.

(Irene)
 
Eso ya es otra cosa. Si me pongo a hablar en serio, he disfrutado mucho más viendo el comportamiento de toros como los de Partido de Resina que los Domecq (en general), cuando salen buenos. Pero con que salgan buenos yo no me refiero al carretón que se está imponiendo ahora, sino al toro que se arranca de lejos, que tiene su peligro, su transmisión, pero que también deje de hacer algo. Por ejemplo, ahora mismo tal y como están saliendo, no me gusta ver corridas de Victorino Martín, porque han pasado de tener un componente de emoción a ser imposibles. Ahora todos se quedan atrás y cuando van pasando dan un cabezazo hacia el torero. Para mí esos no son buenos toros. Pero tampoco lo son los mansotes que sólo van y vienen pasando por la muleta porque se lo piden. Eso es culpa tanto de toreros, como de ganaderos, como de aficionados. Porque realmente, ¿qué corridas son las que llenan? las que van toros mansitos que se dejan hacer, no las que tienen algo que analizar. Estamos en una sociedad en la que gusta que todo se dé hecho, sin tener que hacer ningún esfuerzo por nada; y eso se está transmitiendo también en los toros. Los toros no tienen tanto que analizar, ni suerte de varas siquiera. Y es una pena. Yo soy muy joven y no he visto muchas corridas en directo, pero he visto videos y me he hecho una idea de cómo han ido evolucionando los toros y los toreros. Y si en algo me gustan Juli y Manzanares, entre otros, es por su capacidad de hacer embestir al toro que se niega a hacerlo, y de hacer una faena de poderío en la que demuestren su valor. Pero me resulta muchísimo más atractiva esa faena cuando de verdad ese valor es real, cuando el toro de verdad supone un peligro, no cuando va y viene porque sí. Lo bonito es el juego de la vida y la muerte entre toro y torero, que cada pase nos arranque un "olé", pero que ese "olé" sea porque exista esa relación, no porque el toro cruce sin ninguna emoción.
 
 
Y no sigo porque nuestras charlas darían para un libro. Además se habrán dado cuenta que como buena mujer, se arroga el derecho a decir las últimas palabras, porque convencido quedo que si le contesto recibo nuevamente. Así que lo haré. Le contestaré una y mil veces porque es un placer charlas con ella.
Quizás se hayan dado cuenta que Doña Irene no tiene acompañándola sus apellidos, y es que mi joven amiga, fogosa, apasionada, conocedora de este mundo desde la cuña cumple el próximo diciembre diecisiete años. ¡Sí, sí! ¡Como lo leen! Tiene dieciseis años, una pasión infinita y un saber del campo como pocos aficionados viejos saben. Y yo estoy encantado de poder seguir aprendiendo con ella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario