lunes, 26 de septiembre de 2011

A favor de un torero de Galapagar al que llaman José Tomás






Por Manuel Sotelino


Hoy, aquí y ahora, hago mi declaración pública de defender a ultranza a un torero nacido en Galapagar y que responde al nombre de José Tomás Román Martín. Lo hago y me posiciono. Y me adentro en este artículo que pretende ser una declaración de intenciones por un torero de época. Nace este artículo después de mucho tiempo de reflexión sobre su toreo y sobre su aportación a la tauromaquia. Me adentro en este escrito como resultado de una conclusión definitiva, como el agua cuando llega al estuario y avista las olas del mar. Me defino como seguidor del toreo eterno, del que sale, según dijo Belmonte, del interior del alma.
José Tomás es un torero de época. Hemos tenido la suerte histórica de ser coetáneos de un matador de toros que llegará a estar entre los más grandes. Lagartijo (la inteligencia), Joselito (el poder), Belmonte (la quietud), Manolete (la verticalidad), Ordóñez (la majestad) y Ojeda (los terrenos). Pocos más habría que añadir a esta lista. Precursores e innovadores en su época, fuente de inspiración para muchos otros que quisieron seguir la estela que marcaban estos grandes hitos de la tauromaquia. José Tomás da un paso más hacia adelante en su concepto depuradísimo demostrándolo en las plazas donde ha toreado. Recomiendo desde aquí la exégesis que hace Santi Ortíz en su libro dedicado al torero madrileño como consecuencia de su reaparición en el año 2007 (José Tomás. El retorno de La Estatua – Editorial Campo Bravo). Santi, que es uno de los grandes conocedores del toreo actual, explica a la perfección su técnica, su postura ante la lidia, el comportamiento ético y estético en la plaza.
Pero José Tomás no es sólo un soplo de aire fresco vestido de luces. Llega más allá. Actualmente es más fácil posicionarse en contra que a favor de un torero que ha llenado plazas y convulsionado el “planeta de los toros”. Ha hecho enloquecer a sus seguidores y aficionados y ha abierto en numerosas ocasiones telediarios nacionales, portadas de periódicos y titulares en radio. Un torero que va más allá. Muchos afirman que le acompaña un halo de misticismo, una percha literaria –que diría Bergamín- un suspiro de drama ante las astas de un toro. José Tomás… el elegido para salvar la Fiesta, con su sombras y sus luces. Como toda gran figura del toreo, José Tomás es perseguido por gran parte del estamento taurino. Por una importante parte de la prensa, por casi todo el ámbito empresarial e incluso por buena parte del escalafón de matadores, apoderados y ganaderos. También ocurrió con Joselito que se cuenta que días antes de su compromiso en Talavera, donde le esperaba el toro “Bailaor”, de la Viuda de Ortega que le sesgaría la vida, un aficionado desde el tendido le increpó aquello de “ojalá un toro te mate en Talavera”. Y también se cuenta que el en patio de cuadrillas de Madrid, José le dijo a Juan Belmonte aquello de “tenemos que plantearnos no volver a Madrid a torear porque ya es demasiada presión la que sufrimos aquí”. A Manolete llegaron a agobiarle tanto que tuvo que dejar los trajes de luces durante todo un año, porque los públicos, la crítica y los taurinos pedían cada vez más.
En cuanto a José Tomas, habría que decir que todos tienen sus argumentos para arremeter contra el que se juega la vida un poco más que el resto. Álvaro Núñez Benjumea, en los tiempos en los que la buena relación existía –nadie ha dicho que en la actualidad no exista, pero quizá se esté escenificando un ficticio rompimiento entre ganadero y torero- describió la sitio que invadía el torero antes del cite como la colocación al tercer pitón. “Donde los demás ponen la muleta, José Tomás coloca sus zapatillas”, afirmaba el buen ganadero y excelente aficionado gaditano.
Pero la confabulación contra José Tomás no viene de su posición en el ruedo ni de su colocación en la arena. Los taurinos piensan que cada uno es amo de sus propios actos y si alguien está dispuesto a acercarse al abismo de la cornada un poco más allá que el resto es problema suyo. Aquí el centro de la teorización sobre la figura de José Tomás viene por otro lado. Por el vil metal, que es en definitiva quien mueve este espectáculo.
José Tomás, bajo la dirección asistida de Salvador Boix, ha dado un salto adelante y se ha atrevido a pedir sesenta, setenta millones de las antiguas pesetas. Es decir… una cifra que se mueve alrededor de los cuatrocientos mil euros. Ahí está el cuestionamiento de los demás. No es posible que un torero se coloque en cifras que tan sólo cuatro años atrás eran impensables. José Tomás ha dado un salto cuantitativo en los honorarios del estamento de toreros y, de esta forma, ha hecho la mejor defensa de todo el escalafón de matadores de toros. Algunos toreros, en privado, así lo admiten. “Ya está bien de que los empresarios nos pisoteen ninguneándonos y humillándonos… porque en muchas ocasiones no tenemos ni dignidad a la hora de negociar. Es lo que en el toreo se conoce como “las tragedias de los despachos a la hora de liquidar”. Sin embargo, sin abrir la boca, José Tomás ha hablado y ha dicho algo así como “quien demuestre en la plaza que tiene capacidad para llevar el toreo hasta el extremo, tendrá la posibilidad de cobrar cuanto quiera porque yo mismo lo he demostrado”. Sin duda de que el de Galapagar es la imagen viva de que es posible. A partir de ahí, muchos apoderados, empresarios y ganaderos abren la caja de Pandora y dejan salir los truenos. Es muy complicado que un empresario monte una feria cuando hay un torero que se va a llevar a su casa la mitad de lo presupuestado. Es complicado para un ganadero aceptar esta cuestión porque si los toreros crecen en sus honorarios ellos acaban llevándose definitivamente las migajas que caigan de la mesa –ya lo están haciendo-. Es imposible aceptar para cualquier apoderado esas cifras porque su podernante puede echarle en cara que no sabe defender sus intereses cuando hay otro que se lo está llevando prácticamente todo. Es imposible que los grandes magnates del toro, los empresarios-ganaderos-apoderados que existen en la Fiesta lleguen a acuerdos con esas cifras porque pierden cuota de poder. Dejarían de jugar con las vidas de los toreros y con sus derechos a ser tratados con un mínimo de dignidad.
A partir de ahí, comienzan los sofismas contra la figura de José Tomás. Unos argumentos que se caen por sí solos y que intentaremos desmontar con tan sólo un par de frases para cada uno de ellos.
“José Tomás no sabe torear. Sólo es un bulto que se pone delante para dejarse coger por los toros”. José Tomás tiene un depuradísimos concepto de la ortodoxia. Hay que ser muy cínico para despachar de esta forma a un hombre capaz de jugársela hasta el extremo con tal de no vender su concepto del toreo puro. Lleva hasta el final este concepto a pesar de conocer todos los ardiles para descargar, desmandar y aliviar cada suerte o pase. Pero los recursos se los guarda por dos razones. Por convicción y por responder ante una afición que llega a gastarse mucho dinero para ir a verlo. Es leal al compromiso contraído. Por eso podemos decir que su toreo es el reflejo de su ética.
“José Tomás no ofrece declaraciones a los medios de comunicación”. Sin duda es una estrategia. Estrategia que le ha dado resultado. “Hablo con mi muleta y con mi capote. Y quien quiera respuestas que las busque en mi toreo”, dirá para sus adentros. Tampoco habla apenas Rivera Ordóñez, por poner un ejemplo, y lo hace cuando cobra una exclusiva. Y nadie lo critica por eso.
“José Tomás no quiere televisión”. Se niega porque existe un problema de fondo y que nunca se toca. Volvemos a la dignidad de los toreros que son los protagonistas, junto al toro, del espectáculo. La empresa negocia con la televisión los derechos de imagen, y después paga un plus a los toreros por ser televisados. Probablemente un plus que no se acerca a lo cobrado por los toreros porque los empresarios taurinos son muy listos. Es una forma de ningunear a los protagonistas porque los toreros no son asalariados de los empresarios, como ocurre en el fútbol, donde los jugadores negocian con su club los derechos de imagen. Habría que negociar a tres bandas. Televisión, empresa y toreros. Los banderilleros actuaron con más inteligencia en su día. Mientras que no exista un flujo de negociación entre torero y televisión, no habrá José Tomás en la pequeña pantalla.
“José Tomás se niega a torear con otras figuras”. José Tomás ha tirado del carro durante muchos años. Ahora está mermado de facultades y quizá le toque a otro tirar del yugo ¿Siempre le vamos a exigir lo máximo al de Galapagar? Vayan a las estadísticas del torero y verán cómo durante años, en su primera y segunda época, siempre ha estado acartelado con una figura del toreo como mínimo. Los datos no son manipulables.
“José Tomás debió de ir con el G10 a ver al ministro Alfredo P.”. Yo lo hubiera hecho al revés… es decir: que el ministro Alfredo P. hubiera ido a ver a José Tomás. El ministro no dejará de ser un candidato que perdió unas elecciones, entre otras cosas que ahora no voy a nombrar porque no vienen al caso. Y también sabemos que la salvación de la Fiesta no pasa por las manos del político. José Tomás ya forma parte de la historia. La mejor forma de defender la Fiesta es llenar las plazas de toros y que la gente acuda en masa a los tendidos. Si esto hubiera ocurrido en Barcelona, no hubiera habido nacionalistas que hubiera podido por el espectáculo. Véase el País Vasco o Navarra. Allí los toros no se tocan.
“José Tomás ha llevado a las plazas un fenómeno llamado el “Tomismo” o “Tomasismo”. Yo lo traduciría de otra manera. Sencillamente, José Tomás ha llevado gente a las plazas de toros. Sin etiquetar porque comenzamos por etiqueta a los públicos no acabaríamos nunca. Por otro lado, muchas de esas personas no se hubieran sentido atraídas al mundo taurino si no hubiese sido por José Tomás. Además, el mismo derecho tiene de ir a las plazas esos “tomasistas” que los que van a ver a Cayetano, Rivera Ordóñez o El Fandi. Los “tomasistas” corean a su torero y los que van a ver a Cayetano sacan los pañuelos por ver al diestro torear fuera de cacho. Lo único que les une es la legitimación de ir a ver a quien les da la gana. Sobre todo porque pasan por taquilla. Si cuestionamos a los públicos sólo deberíamos a admitir a los cuatro que entran en el autobús de Jesulín.
“Ir en contra de José Tomás da un halo de entendido y buen aficionado que no lo da al que lo defiende”. Esto último, quizá, es lo que más se acerca a la verdad. Parece que existe una corriente esnobista que da cierto “empaque” para todos aquellos que cuestionan el toreo de José Tomás. Yo, una vez, para dármelas de sabiondo, comencé a defender a Finito de Córdoba y me abuchearon. Será que no sé elegir bien a la presa.
Así podríamos seguir con otras cuestiones que, quizá, también se le achaquen a este torero para la historia. Un torero total que fue el primero al que ví en un plaza de toros dar nueve naturales seguidos y quitarse al toro de encima con un pase de pecho de pitón a rabo para sacarlo por la hombrera contraria. Los terrenos ya no existían de tanta profundidad en los embroques.
Ahora que pienso quizá no haga falta este artículo porque es el torero el que mejor se defiende con su capote y con su muleta. Sin embargo, necesitaba sacarme esta espinita por tanto “pontífice” que anda suelto por ahí y al que leo dándole caña a un torero honrado que sólo pide lo que él cree que vale. Y me he quedado más tranquilo que aquel cura cuando cogió la sombra del chaparro después de haberse puesto bien de fabada. Eructó y después se dijo… “Ahora, Señor, por mí, como si viene el fin del mundo”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario