Corrían las diez y pico de mañana cuando me enteraba de la pérdida del día. Había fallecido un ganadero de pro. Don Salvador García Cebada nos había dejado. Casi, y a la vez, me pedían escribir un obituario en prensa, y el presidente del Club Taurino de Pamplona me solicitaba un pequeño artículo más sobre su figura.
Y yo, encogido por la noticia, afectado por el cariño que le tenía a ese magnífico hombre y a su labor, que era incapaz de escribir nada. Hasta ahora.
Simplemente, dejar claro que ha muerto un viejo guerrero, un ganadero romántico a la antigua usanza, todo un personaje. Al igual que miles, imagino, tuve la suerte de tener una relación cercana. Para como era él, me debía apreciar mucho porque, tan pronto me llamaba 'pelota', como se hacía el enfadado y me llamaba 'fuenteymbro', como nos tomábamos una copita entre risas y chácharas.
He llegado a tenerle más afecto que a su ganado. A quererle como hombre, padre, persona, fiel amigo, y después ganadero. Y quizás sea por eso, que me siento bastante afectado. Y lo digo de alguien que iba caminito de los 94, que ya nos había dejado una estela de sustos estos tres últimos años, pero cuán ave fénix resurgía cuando todo parecía perdido. Esta vez no ha sido, viejo ganadero. Discúlpame si alguna vez te sentó mal el cariñoso apodo de 'abuelo'. Lo hacíamos desde el mayor respeto y cariño. Porque eso nos hacías ver.
Aún no estás en tu última morada en tu pueblo, y ya te echamos de menos. Sube a tus cielos, encuestra a tu Juan Belmonte, y empieza a montar un ganado nuevo, para que toreros con cojones como él, te los toreen a tu gusto. Que aquí, apenas quedan.
Y brindo contigo, y como siempre por tí, señor de los señores.
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