martes, 24 de junio de 2014

SANFERMINES: EL ENCIERRO II


foto cedida por Gustavo Hernández


Eje central de las Fiestas de San Fermín, el encierro es el acto de llevar los toros de un lugar hasta los corrales de la Plaza, el toril, donde más tarde serán lidiados. Y así se entiende este concreto acto desde siempre. Ahora bien, ocurre que ese sencillo "acto", que repetimos, ha variado mucho desde su inicio, desde que se entendía de otra manera, hasta el día de hoy, en pleno S. XXI.

Comentaba en el anterior post que en las crónicas del cuatrocientos (S. XV) ya se conocía el encierro como algo muy antiguo. Cerca de seiscientos años después, es el eje central de los Sanfermines, y lo que más extranjeros atrae, movidos por esa corta carrera de apenas tres minutos.

Desde qué se traía el ganado a caballo bordeando la ciudad hasta la Rotxapea y se subía a la explanada delante del Castillo hasta ahora, hemos visto como de las prohibiciones de molestar a los caballeros, de ponerse delante del ganado, a lo cerrado y organizado de hoy son varias las fechas a tener en cuenta.

Desde los tiempos de García el restaurador en el S. XII, los festejos se daban en la Ciudad, y como en todos los sitios se traían los toros por las calles en manada acompañada de alanceadores. Había juegos y las palabras corredor y toreador eran similares, ya que era la plebe quién corría, y hacia las cosas a pié. Los nombres y prohombres montaban a caballo. En esos juegos queda constatado que tras ellos, el toro era sacado de nuevo por las calles al campo para que volviera a sus anchas, por lo que realmente podemos hablar de el desencierro como figura en que esos plebeyos corrían los toros sacándolos al campo.

Siglos más tarde ya sabemos, de bulas y prohibiciones, y de nuevas aprobaciones, y nuestro encierro sigue perviviendo, como en otros muchos lugares. En el S. XVIII todos sabemos que se pierde el fundamento noble, porque con el fin de la casa Austria y la llegada de los borbones franceses los toros dejan de ser un acto a caballo, y pasa a manos del pueblo, quien lo ennoblece y comienza a dignificar. Aparece dentro de la Tauromaquia la corrida de toros como rito central de la misma.

Y los toros siguen llegando a Pamplona por la Rotxapea, y sigue un hombre a caballo avisando de la llegada de la manada, y así, con talanqueras en unos sitios y con mantas en otros, se cierran las calles y salen valientes a azuzarlos, más por detrás que por delante. Aunque ya era costumbre que en los últimos quinientos metros salieran los jóvenes más osados, a los que llamaban "locos".

Fue en 1.776, año en que se proclama la independencia de Estados Unidos en una sesión en Filadelfia y que empieza la historia del país que mejor conocemos todos, cuando en Pamplona decide el Ayuntamiento de la Ciudad poner talanqueras y tablones firmes para olvidar las mantas, que ya demostraban el peligro porque para entonces, la selección del ganado hacia que cada vez fuera más fiero y fácil de citar al engaño.

Las continuas prohibiciones de los borbones del momento, y más tarde el gran avance del ferrocarril hará que desaparezcan uno a uno la multitud de encierros que recorrían la geografía peninsular, salvándose los que más arraigo tenían en la población. Y Pamplona y su encierro no sólo aguantan sino que su triunfo es indiscutible siglos ha y para cuando llega la guerra de la independencia contra los franceses, el destrozo del reinado del borbón más felón y, sobre todo, la ruina que deja en esta tierra su decisión de incumplir la ley y que no viniera otro rey peor como el proclamado por sus seguidores carlistas en vez de la neonata Isabel la vieja Iruña y su carrera matinal es una.

Otro dato a no olvidar es que el encierro nunca ha cambiado de hora. Y eso? Me dicen muchas veces. Si la canción dice...el que se levanté para las seis...y así ha seguido siempre. Antes del siglo dieciocho se habla de que empiezan a las cuatro de la mañana a traer los toros desde las explanadas del sario rodeando la Ciudad y costaría lo suyo llegar a la Rotxa y subir hacia la plaza del Castillo. Y se sabe que la hora del encierro oficial se pone a las seis de la mañana hasta la casa de toriles, sitio hecho en el año 1.624 para recibir a los toros en la plaza del castillo donde se efectuaban los festejos. A las seis hasta 1.924, año que aparece el cambio de hora y en el solsticio de verano se añade una hora a la natural de Greenwich. Durará hasta 1.973, porque el siguiente año, y debido a la crisis del combustible, la crisis del petróleo, se volverá a hacer ajustes en las horas durante el año, y se sumará una hora más al solsticio, y así a partir de 1.974 el encierro empieza a las ocho horas. Entonces,
cambia la hora organizativa según las autoridades, pero la hora solar sigue siendo la misma hace ya más tiempo que historia de medio mundo.

Llegará el siglo pasado, los locos años veinte, Hemingway, "Fiesta", sus amigos de Hollywood y tantas cosas que acaban con la tele mundial que hace que dos minutos y medio al día durante ocho días sean uno de los mayores impactos anuales en el planeta azul. A partir de ahí, mucho anónimo que se "profesionaliza" y empieza a banalizar el evento. Mucho listo que se cree que su tauromaquia está a la par de los sacerdotes rituales encargados del ritual vespertino. Mucho protagonista de una carrera de anónimos , cuya fuerza nace precisamente de ello. De seres normales que buscan algo diferente, un riesgo, adrenalina. Antaño, cuando comenzamos de niños y nos fijábamos en nuestros mayores y lo que nos contaban venía a ser algo de iniciación masculina hacia la hombría. ¡Qué cosas!

Sea como fuere, el encierro de Pamplona, y otros muchos con su larga historia tienen un común denominador: el pueblo manda y su fuerza se hace costumbre y tradición. Y eso, en esta tierra es ley.

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